8.10.09

Bio-política

Antes de que los laboratorios se conviertan en la empresa más redituable del mundo (sobre todo este año con la crisis de las automotrices y la Gripe A -terrible y mortal enfermedad que mató menos gente que la gripe común y silvestre-), antes de que el 60 % de la publicidad en horario Prime-time televisivo se refiera a antigripales, antiácidos, analgésicos, vitaminas, yogures con propiedades para no enfermarse, para crecer, para cagar, para tener huesos fuertes y querer a tus hijos. Antes de que los derechos de publicidad de los remedios (solo los remedios) significaran más plata por año que los 600 millones que se gastan en el fútbol (750 millones invirtieron los laboratorios en publicidad en 2008) y antes del alcohol en gel, los jabones espadol y los cepillos de dientes fabricados en la Nasa, antes de todo eso, Leopoldo Marechal publicó -en 1948-un libro: Adán Buenosayres. Aquí, un fragmento:


"-Magia negra -dijo-. ¡Bah! Era útil cuando el hombre se reconocía propietario de un alma. Pero ahora estamos en el siglo de los cuerpos.
-¿Y cuál sería tu recurso? -le preguntó Adán.
-El que domine los cuerpos dominará el oro. -respondió Tesler en son de profecía.
-Estás divagando.
-No. Yo debo tres materias en Medicina. ¡Sólo tres! Doy las tres materias, y me convierto en el Doctor Samuel Tesler, clínico y cirujano.
-¿Y qué tiene que ver?
-Es otra llave del oro.
Aquí Samuel adoptó un aire de frío cálculo:
-Ser médico ahora -dijo- significa dominar los cuerpos en la edad de los cuerpos.
Y añadió, con helada brutalidad:
-Los grasientos burgueses que amasan el oro no lo aflojan sino a dos potencias: a los que les defienden el oro y a los que conservan o restauran el buen funcionamiento de sus vísceras. Por eso estamos en la era de los abogados y los médicos.
Lanzó aquí una risotada cruel:
-Imaginemos a un ídolo de las finanzas, inaccesible, todopoderoso, reverenciado, temido. Llega el Doctor Samuel Tesler, y el ídolo se derrumba: el Doctor Tesler hace desnudar al ídolo, lo manosea y lo pincha, le introduce una cánula en el orificio anal o una sonda en la uretra, lo tiene inquieto acerca de la mayor o menor putrefacción de sus órganos vitales, juega con sus temores y esperanzas, le gradúa la comida, el sueño y la fornicación. Y así el doctor Tesler se adueña elegantemente del ídolo roto. ¿Vale la pena rendir tres exámenes?
-¡Hum! -gruñó Adán Buenosayres, a quien no convencía mucho la facilidad con que Samuel acababa de hundir a su ídolo.
-Es que la medicina -insistió el filósofo- también es un instrumentos de dominación.

"Marechal, Leopoldo (2000 [1948]). Adán Buenosayres. Buenos Aires, Biblioteca Clarín, p. 303-304.

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